sacrificios ofrecidos. El mandato de mantener el fuego perpetuamente era para que el fuego del cielo fuera el fuego usado para los sacrificios para siempre. Día y noche, los sacerdotes mantenían el fuego para que no se apagara. Entonces, el fuego que consume los sacrificios de allí en adelante sería el fuego de Jehovah en vez de un “fuego común”, encendido por el hombre. La reacción del pueblo en el v. 24 es de gozo y adoración: … todo el pueblo gritó de gozo, y se postraron sobre sus rostros. Gritó,
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